Juega el niño con unas pocas piedras inocentes
en el cantero gastado y roto
como paño de vieja
Yo pregunto:
qué irremediable catastrofe separa
sus manos de mi frente de arena,
su boca de mis hojos impasibles.
Y suplico
al menudo señor que sabe conmover
la tranquila tristeza de las flores, la sagrada
costumbre de los arboles dormidos.
Sin quererlo
el niño distraidamente solitario empuja
la domada furia de las cosas, olvidando
el oscuro esplendor que me ciega y el desdeña.
miércoles, 11 de febrero de 2009
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