Entristecen las telas escogidas,
las indefensas ropas de los muertos
retratos en la sala. Tu sentida
pamela negra bajo un sol desierto,
desolada muchacha en la marina,
el absoluto puño del maestro
y el levantado cuello que termina
por un doblez sinceramente diestro.
Los alejados ojos aun ardiendo
con aquella orfandad que siempre abruma
en los rotos sillones de la vida,
que extrañamente quedan persiguiendo
el oro del espejo entre la bruma.
Entristecen sus cosas preferidas.
viernes, 23 de enero de 2009
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