martes, 31 de marzo de 2009

Mas belleza


En otro momento de la tarde.

La belleza incansable


Una trade cualquiera del mes de noviembre.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El Oscuro Esplendor

Juega el niño con unas pocas piedras inocentes
en el cantero gastado y roto
como paño de vieja

Yo pregunto:
qué irremediable catastrofe separa
sus manos de mi frente de arena,
su boca de mis hojos impasibles.

Y suplico
al menudo señor que sabe conmover
la tranquila tristeza de las flores, la sagrada
costumbre de los arboles dormidos.

Sin quererlo
el niño distraidamente solitario empuja
la domada furia de las cosas, olvidando
el oscuro esplendor que me ciega y el desdeña.

Ponte la vieja camisa que sabe. . .

Ponte la vieja camisa que sabe
del año rumoroso y del tranquilo
año inocente de sucesos graves
como tela de ciegos, azulados hilos.

Ponte el sombrero de ilusión caída
que te alegraba con su tosca nieve.
Ponte el chaleco de las bienvenidas
y la corbata ilustre de las nueve.

Porque es seguro que vengan esta tarde,
porque es seguro que vengan a decirte
algo importante como un noble alarde

que te bastara para no morirte.
Pero mira la noche, ya es muy tarde,
y apenas esperabas, debes irte.

El mimbre

Esa dulzura minuciosa y pobre
del mimbre viejo en el salon sombrio,
nos consuela del lunes cuando el frio
noviembre vuelca sus infaustos cobres

en las ordas cenizas del crepúsculo.
Su frescor a los ojos admirable
vuelve las soledades soportables
mientras giran carámbanos minúsculos

al demente compas de las arañas,
que imaginan sus fiestas ilusorias.
Conversa el mimbre con la dura gloria
del macilento marmal que nos daña

la vida en las consolas increibles.
Y si a veces las cienagas de Roma,
pobladas por la livida carcoma,
o las francesas danzas imposibles

con su canos ruido de tiniebla
sepultan nuestra suerte, claro el mimbre,
junto a la estatua de siniestro timbre,
amanece callado entre la niebla.

Natanael


Su mejor regalo. sin duda, su sonrrisa

En Enveitg (Francia)


Abajo la estacion del tren y al fondo los Pirineos españoles, vistos desde la Cerdanya francesa.

Estaba amaneciendo


Mientras paseaba a mi perro.

Otro atardecer


Cada dia la naturaleza nos hace regalos como este.

viernes, 23 de enero de 2009

ENTRISTECEN LAS TELAS ESCOGIDAS

Entristecen las telas escogidas,
las indefensas ropas de los muertos
retratos en la sala. Tu sentida
pamela negra bajo un sol desierto,

desolada muchacha en la marina,
el absoluto puño del maestro
y el levantado cuello que termina
por un doblez sinceramente diestro.

Los alejados ojos aun ardiendo
con aquella orfandad que siempre abruma
en los rotos sillones de la vida,

que extrañamente quedan persiguiendo
el oro del espejo entre la bruma.
Entristecen sus cosas preferidas.

EL LICEO

El hondo piano se acostumbra y calla
en la tarima que las noches guarda
como un oscuro lago de monedas.

Las estatuas, el polvo y la tristeza
del raido sillon que nadie usa,
las mamparas quemando su locura,
forman un reino que al caer conmueven.

No la llama, no el oro que detiene
la humareda final de los paisajes,
sino el silencio claro de la tarde
sueña la dulce noria del espacio
para las fiestas del espejo amargo.

Lentamente las sombras se deciden
y las arañas dejan lo que ciñe
las vigas misteriosas de primores.

El Domingo desciende con la noche
hacia el dormido corazon del pueblo.

martes, 20 de enero de 2009

Acerca de la Luna

En fin, ella es la dueña
de las ruinas.

Los tristes animales
que apenas vemos, grillos
de ojos tediosos, y pacientes
escarabajos de coraza heráldica.

pueblan al sol la hierba
piadosa y firme, pero temen
su lívida mirada.

Pues ella
viene como quien huye, y todo
cuanto sus ojos miran
es solo un sueño.

Ella
duerme, y no espera
otro prodigio que el silencio

No tiene
otra promesa que su sueño.

CANCIÓN DEL PARAÍSO PERDIDO



Es un rey, una giba
de púrpura, una bestia
de garra suave.

una colina.
Es
un barco feliz, una victoria
una

ciudád, el árbol mismo
de la vida.

¡Oh paraíso,
tumulto de la nube que se va
por el oro final hacia el silencio!

Cose, o Habla


Tu conversación tenía la fidelidad apacible de las telas
que te he visto coser de tarde a tarde
sentada justamente a la profunda orilla de la brisa.

Las paredes añiles como el tiempo, las plateadas cazuelas, te sirvieron
lo mismo que la luz antigua de la luna
para la sorda caverna que tus dias ahondan. Como, desde cuándo

estás asi en tu sitio, coses, o hablas
con un rumor confuso, inmemorial, que apenas rozan
las sandalias adornadas con minuscula letra,
el cascabel de la púrpura, o el pie inmensamente desnudo. Y yo alababa

las blancas telas en tu falda, la tranquila
dureza de tus manos, mi señora, mientras tú
sonriendo en el silencio repasas los poderosos hilos de la sombra.