Para compartir, Los recuerdos que todavia conservo. Leer, Los textos que escribi. Ver, Las fotos que hice y me hicieron. Con toda las personas que quieran visitarme.
El hondo piano se acostumbra y calla en la tarima que las noches guarda como un oscuro lago de monedas.
Las estatuas, el polvo y la tristeza del raido sillon que nadie usa, las mamparas quemando su locura, forman un reino que al caer conmueven.
No la llama, no el oro que detiene la humareda final de los paisajes, sino el silencio claro de la tarde sueña la dulce noria del espacio para las fiestas del espejo amargo.
Lentamente las sombras se deciden y las arañas dejan lo que ciñe las vigas misteriosas de primores.
El Domingo desciende con la noche hacia el dormido corazon del pueblo.
Tu conversación tenía la fidelidad apacible de las telas que te he visto coser de tarde a tarde sentada justamente a la profunda orilla de la brisa.
Las paredes añiles como el tiempo, las plateadas cazuelas, te sirvieron lo mismo que la luz antigua de la luna para la sorda caverna que tus dias ahondan. Como, desde cuándo
estás asi en tu sitio, coses, o hablas con un rumor confuso, inmemorial, que apenas rozan las sandalias adornadas con minuscula letra, el cascabel de la púrpura, o el pie inmensamente desnudo. Y yo alababa
las blancas telas en tu falda, la tranquila dureza de tus manos, mi señora, mientras tú sonriendo en el silencio repasas los poderosos hilos de la sombra.